La persona competitiva es producto de la suma delicada de conocimiento, racionalidad e inteligencia emocional.
Cada uno de estos elementos (y los innumerables factores que los componen), definen su comportamiento. Y lo sitúan en determinada posición en relación a otras personas y profesionales que compiten por los mismos objetivos o resultados.
La competitividad tiene más de verso que de prosa. Más de poesía que de ensayo. De inteligencia emocional que de esfuerzo y conocimiento.
Este es el decálogo:
La persona competitiva considera el resultado como producto de SU desempeño, nunca del desempeño de los demás.
No hay “corona o laurel”, solo el premio por la victoria interna, y la satisfacción íntima de sentir el crecimiento en cada célula.
La persona competitiva corre por la vida con una zanahoria atada a la frente. Nunca la alcanza, pero disfruta de un proceso que en sí mismo es genuina victoria. Esto es algo que pocos conocen: la realidad del proceso como victoria y no solo como evento.
Considerarse un ser perfectible es muy diferente a ser “perfeccionista”. Existe distancia entre quien se sabe honestamente imperfecto y aquel que cree que todo debe hacerse a la perfección.
La persona competitiva entiende que la competencia no le está privada a nadie, ¡todos pueden competir! Esto genera una visión del mundo llena de posibilidades. Y pocas cosas producen más energía positiva. Si es un hecho que TODOS ganarán o perderán alguna vez, entonces no son importantes la victoria o la derrota, lo significativo radica en la posibilidad de competir.
Ganar o perder son eventualidades que suceden en la ruta, pero acontecen estrictamente a quien ha emprendido viaje.
La persona competitiva sabe que todo ser humano llega a éste mundo con dones y cualidades incomparables. ¡No existen dos modelos de hombres iguales! En esto no hay comparación y no puede haber, por supuesto, competencia. Cada quién es un ganador desde que nace.
La obligación es competir. Y quién lo hace con ahínco, gusto y acudiendo a las virtudes de la “mejor versión que tenga”, es una persona que alcanzó el éxito.
Si no existiera la derrota no tendría sentido la competencia. Sin la existencia del fracaso, la vida privaría del mayor maestro que existe. Si no existiera la derrota ¿en términos de qué se mediría la grandeza? Sin la existencia del fracaso, el hombre nunca podría alcanzar la humildad
Y sin humildad el hombre perdería su futuro…